La mezcla de grasas
hervidas y ceniza, que son los elementos con los que se fabricaba el jabón en la
antigüedad, se encuentra por primera vez en Babilonia, hace 5.000 años. En
Egipto se usaban aceites para limpiarse los cabellos, aunque preferían
perfumarse a lavarse.
Famosos son los aceites a base de aceite
de oliva en la cuidad Siria, Alepo. Se fabricaban ya hace un par de milenios, y
fueron y son muy apreciados en todo el mundo. No eran exactamente como hoy los
conocemos, pero es lo más parecido al jabón que más tarde se perfeccionaría.
En las cercanías de Alepo se encontraban
dos productos de gran valor que podían conseguirse fácilmente: El aceite de
oliva y el laurel. La combinación de estos dos componentes es perfecta porque
tienen cualidades antioxidantes, regenerativas y antisépticas.
En muchas culturas se utilizaba una pasta
hecha a base de grasas animales y cenizas, sobre todo de haya. Se ha constatado
que el hecho de necesitar las cenizas de la madera para hacer el jabón produjo
nefastas consecuencias en algunas zonas de extensas arboledas, cuando se empezó
a fabricar el jabón de forma abundante. El desierto de Los Monegros (Aragón) es
el resultado de la tala indiscriminada de árboles, esta madera se exportaba a
Francia para la fabricación del jabón.
En el siglo VIII los españoles sustituyen
la grasa animal por el aceite de oliva, lo llamarían Jabón de Castilla, fue
mundialmente conocido. Un siglo más tarde los franceses empezaron a producir el
famoso jabón de Marsella, idéntico al Jabón de Castilla.
Hay otra historia que es más cercana, la
de nuestras abuelas y madres. En las zonas rurales de toda España hay una larga
tradición, que llega hasta nuestros días, y es la de fabricar jabón casero. Se
hace con los aceites de las frituras, con los sobrantes de manteca de las
matanzas y con todo tipo de grasas. Se usaba y se usa para lavar la ropa y,
aseguran que deja los cuellos de las camisas mejor que con cualquier jabón
comprado.
En algunas zonas de Extremadura, una vez
elaborado el jabón, se guardaba en cajitas de madera a las que añadían flores y
hojas de olor como lavanda, romero o tomillo. Estas plantas impregnaban de olor
los jabones. Actualmente, los jabones artesanales los podemos fabricar a partir
de aceites vírgenes. Para muchas personas el aceite de oliva virgen es el mejor,
al igual que para la cocina es el rey, a la hora de fabricar jabones de calidad.
Cuanto más calidad tenga el aceite, mejor será el jabón. Los podemos aromatizar
con todo tipo de olores naturales. Los aceites esenciales de nuestras zonas
autóctonas o fragancias exóticas de Oriente, están al alcance de nuestra mano.
Son una delicia los que tienen el sutil olor de la canela, el sándalo, el
espliego o la bergamota.
Debemos asegurarnos que los olores de
nuestros jabones provengan de extractos naturales de plantas o aceites
esenciales puros.
Se cuenta que fueron los romanos los que descubrieron la saponificación a partir de los restos de cenizas y sacrificios animales. Que lavando en las aguas río abajo las ropas quedaban más limpias. Eso es lo que cuentan los italianos. Los franceses por su parte, cuentan que fueron sus druidas, a partir de grasa de carnero y cenizas, los que creaban un ungüento a fin de teñir sus cabellos, que este tenía propiedades detersivas y derivó en el jabón. Pero ya mucho antes se utilizaban álcalis naturales como el natrón o la potasa procedente de cenizas con fines de blanqueo y tratamiento de tejidos. Se supone que fueron los fenicios los que difundieron la utilización de esos productos alcalinos antecesores del jabón.
Fuera como fuere, las primeras noticias que tenemos de la elaboración del jabón tal y como lo conocemos proceden de los árabes que lo introducen en Europa a través de al-andalus. Dicen que la primera gran industria jabonera la implantaron los árabes a finales del siglo XI en Sevilla, en la calle Castilla. Denominaban a estas fábricas almonas. Mas tarde los cristianos extendieron la buena costumbre de lavarse, muy rentable por otra parte, a otros países, instaurándose en Marsella (Francia) y Génova (Italia). En algunos reinos, como en el castellano, era patrimonio del Rey la producción de jabón y todo el que lo quería fabricar, utilizar, transportar o vender le pagaba impuestos por ello.
Más tarde aun, se extendió por toda Europa y cobraron importancia las producciones inglesas y alemanas, siendo estas últimas consideradas las de mejor calidad a finales del siglo XVI.
Ya a finales del s. XVIII, animado por un concurso público, Leblanc descubre el método para obtener sintéticamente el carbonato sódico lo que hace que la industria jabonera prolifere y mejore bastante. A partir de ese momento el arte jabonero se convierte en industria y tanto Leblanc como Solvay desarrollan métodos para obtener sosa cáustica con lo que el proceso es aun más efectivo. A principios del s.XIX Chevreul determina la naturaleza de las grasas lo que da pie al perfeccionamiento de la producción del jabón.
Con las grandes guerras en el siglo XX escasean las grasas tanto animales como vegetales y se elaboran otros productos sustitutivos del jabón. Los conocemos generalmente como detergentes. Desde entonces, fundamentalmente por su rentabilidad, se han ido combinando jabones con detergentes incluso hasta su sustitución total.
Las ventajas que aporta el jabón natural son fundamentalmente un tratamiento más suave para la piel y su biodegradabilidad. La ventaja que aporta la elaboración propia del jabón es la elección de las materias primas y de algunos aditivos como los aromas, siendo las esencias naturales la mejor fuente aromática, ya que además tienen propiedades terapéuticas.
Se cuenta que fueron los romanos los que descubrieron la saponificación a partir de los restos de cenizas y sacrificios animales. Que lavando en las aguas río abajo las ropas quedaban más limpias. Eso es lo que cuentan los italianos. Los franceses por su parte, cuentan que fueron sus druidas, a partir de grasa de carnero y cenizas, los que creaban un ungüento a fin de teñir sus cabellos, que este tenía propiedades detersivas y derivó en el jabón. Pero ya mucho antes se utilizaban álcalis naturales como el natrón o la potasa procedente de cenizas con fines de blanqueo y tratamiento de tejidos. Se supone que fueron los fenicios los que difundieron la utilización de esos productos alcalinos antecesores del jabón.
Fuera como fuere, las primeras noticias que tenemos de la elaboración del jabón tal y como lo conocemos proceden de los árabes que lo introducen en Europa a través de al-andalus. Dicen que la primera gran industria jabonera la implantaron los árabes a finales del siglo XI en Sevilla, en la calle Castilla. Denominaban a estas fábricas almonas. Mas tarde los cristianos extendieron la buena costumbre de lavarse, muy rentable por otra parte, a otros países, instaurándose en Marsella (Francia) y Génova (Italia). En algunos reinos, como en el castellano, era patrimonio del Rey la producción de jabón y todo el que lo quería fabricar, utilizar, transportar o vender le pagaba impuestos por ello.
Más tarde aun, se extendió por toda Europa y cobraron importancia las producciones inglesas y alemanas, siendo estas últimas consideradas las de mejor calidad a finales del siglo XVI.
Ya a finales del s. XVIII, animado por un concurso público, Leblanc descubre el método para obtener sintéticamente el carbonato sódico lo que hace que la industria jabonera prolifere y mejore bastante. A partir de ese momento el arte jabonero se convierte en industria y tanto Leblanc como Solvay desarrollan métodos para obtener sosa cáustica con lo que el proceso es aun más efectivo. A principios del s.XIX Chevreul determina la naturaleza de las grasas lo que da pie al perfeccionamiento de la producción del jabón.
Con las grandes guerras en el siglo XX escasean las grasas tanto animales como vegetales y se elaboran otros productos sustitutivos del jabón. Los conocemos generalmente como detergentes. Desde entonces, fundamentalmente por su rentabilidad, se han ido combinando jabones con detergentes incluso hasta su sustitución total.
Las ventajas que aporta el jabón natural son fundamentalmente un tratamiento más suave para la piel y su biodegradabilidad. La ventaja que aporta la elaboración propia del jabón es la elección de las materias primas y de algunos aditivos como los aromas, siendo las esencias naturales la mejor fuente aromática, ya que además tienen propiedades terapéuticas.
Se entiende por saponificación la reacción que produce la formación de jabones. La principal causa es la disociación de las grasas en un medio alcalino, separándose glicerina y ácidos grasos. Estos últimos se asocian inmediatamente con los álcalis constituyendo las sales sódicas de los ácidos grasos: el jabón. Esta reacción se denomina también desdoblamiento hidrolítico y es una reacción exotérmica.
La reacción típica es:
ÁCIDOS GRASOS + ALCALINA = JABÓN + GLICERINA
La reacción típica es:
ÁCIDOS GRASOS + ALCALINA = JABÓN + GLICERINA
La vida secreta de las plantas
No hay comentarios:
Publicar un comentario